Me voy a dedicar al billar

En mi oficina han abierto un bar.

Tiene una diana para jugar a los dardos, cerveza, un sofá


y


un


✨✨ billar ✨✨


Mi cumpleaños fue la semana pasada y el de mi compañera Alina es hoy, así que quedamos en ir a tomar algo el miércoles pasado para hacer un amago de celebración.

Como suele pasar, unos planes se juntan con otros y ese mismo día quedo también con Joy, otra compañera, para comer. Las dos son majísimas así que le digo a Joy que se una a las copas. 

Para cuando llega la hora de salir de trabajar, nuestra compañera Coral se ha unido al plan, que ya no son copas sino jugar al billar en el mencionado bar de la oficina.

Entro en el bar y Coral está ganando abiertamente contra Alina, que afirma no tener ni idea de lo que está haciendo pero que se lo está pasando muy bien. Culpa de su derrota a lo mala que es ella pero también a lo buena que es Coral.


Coral: Qué va, soy malísima -dice Coral mientras una de las bolas de su color se desliza con elegancia hacia el agujero más próximo.

Yo: Hmmm claro. Ya veo.

Coral: A ver, es que las lesbianas son buenísimas al billar, entonces por comparación yo lo hago fatal. O sea para ser lesbiana soy malísima.


??


Yo: Espera, ¿el billar es "de lesbianas"? ¿Desde cuándo? ¿Hay más cosas de lesbianas en este plan y yo no las conozco?


Me pongo nerviosa; a ver si va a haber algo como la apropiación cultural pero con orientaciones sexuales y me van a cancelar por beber chocolate caliente o llevar camisetas de tirantes o algo así.


Coral: Mmm no sé... llevar el pelo corto... el billar... - Coral piensa muy fuerte porque Alina y Joy están interesadísimas en esto también. Quién no encontraría estos irrelevantes datos fascinantes, la verdad.


Mientras Coral intenta proporcionarnos más ejemplos -no se le ocurre nada pero promete que seguirá pensando- el juego en curso termina y mis compañeras me hacen una seña para que juegue yo. Miro a Alina y le digo:


Yo: Dices que eres malísima, y yo soy lamentable; deberíamos jugar las dos a ver qué pasa.


Alina coge un taco encantada de la vida y se pone delante del triángulo ése que se utiliza para colocar las bolas. Aclaro por cierto que este billar es, evidentemente, inglés, y por tanto las bolas no son como las de España. Aquí solo hay dos colores, rojo y amarillo, además de la bola negra y la blanca, y el triángulo inicial tiene que tener esta pinta:

Billar inglés, colocación inicial de las bolas

Alina coloca unas cuantas bolas en el triángulo y mira a Coral con las cejas levantadas.

Coral sacude la cabeza.


Coral: No.

Alina: Vaya. Pensé que me acordaba pero no.


Coral viene a asistir.


Coral:  Mira tienes que formar una C con uno de los colores, completar esta fila con el color opuesto, y poner la bola negra aquí.


Cosa más arbitraria no he visto en la vida, pero después de un par de amagos con Alina en los que intentamos encontrar -sin éxito- un algoritmo que nos recuerde cómo se colocan las bolas de marras, aceptamos que no tenemos por qué saberlo todo en la vida y empezamos a jugar.


Yo: ¿Si abro y meto una bola entonces ése es mi color?

Joy: Eso es.


Me pregunto en voz alta si jugaremos durante horas sin que ni Alina ni yo consigamos meter una bola en ninguna parte, o si meteremos bolas aleatorias que no nos corresponden hasta que hagamos ganar a la contraria por error. Las presentes parecen considerar los dos escenarios más o menos igual de plausibles.

Pero oye, no hemos empezado aún, igual no es para tanto y se nos da hasta bien, yo qué sé.


Alina: Empieza tú, que yo empecé en el juego anterior.


Pido instrucciones acerca de cómo coger el taco. He jugado un par de veces en mi vida, pero fue hace años y no me acuerdo de nada. Sigo las instrucciones. Mi taco apenas roza la bola blanca. Carcajadas.


Yo - Uy. Jiji. Alina te toca.


Alina se coloca, se concentra y golpea la bola blanca, que sale disparada por los aires y llega rodando hasta a los pies de Joy.

Más carcajadas, aunque ahora estamos todas un poco asustadas porque las bolas pesan un montón y si esto pasa más veces igual acabamos la velada llamando al 112.

Me toca.

Mi taco toca la bola blanca ligeramente más que antes, en un aún lamentable golpe que manda la bola lentamente en la dirección equivocada. En mi defensa diré que me estoy riendo mucho y así no hay quien piense con claridad.

Seguimos jugando y Coral se acuerda de que el bricolaje también es algo que hacen mucho las chicas lesbianas por alguna razón. Interesante.

Le toca a Alina. El paño verde que forra la mesa de billar ve pasar su vida por delante de sus ojos.

Mi siguiente golpe le da a la bola que no es.

¿Muchas lesbianas tienen también restricciones alimenticias, por lo visto? Vegetarianismo, veganismo, intolerancias varias. Debatimos brevemente si puede haber una conexión genética entre la homosexualidad y la intolerancia a la lactosa mientras meto por error la bola blanca en un agujero.

Es difícil verbalizar con exactitud la situación, pero el espectáculo es absolutamente lamentable. Coral debe de pensar lo mismo, porque se marcha en busca del único compañero que queda en la oficina para que no se pierda todo esto. Yo cojo un kleenex porque estoy llorando de la risa y no veo nada.

La falta de pericia técnica compite solo con nuestra absoluta ineptitud para recordar las normas:


Yo - Pero cómo que me toca a mí dos veces qué ha pasado.

Joy - Porque Alina le ha dado a tu bola en vez de a la suya.

[...]

Alina - ¿Me toca a mí otra vez? ¿Por qué?

Coral - Key le ha dado a la bola blanca, son dos turnos para ti.

[...]

Yo - No me acuerdo de cuál es mi color.

[...]

Alina - ¿Y si Key mete la bola negra pero también una bola mía qué pasa?

Joy - Pierde. Ganas tú de rebote.


Y así en cada turno.

Pero bueno después de un rato desastroso que incluye más golpes que no le dan a nada y utilizar el taco como si fuera una varita mágica para lanzar hechizos fingiendo que somos magos muy pequeñitos, Alina y yo aprendemos milagrosamente a jugar al billar en la remontada más espectacular de la historia -es lo bueno de empezar abajo del todo-, yo meto todas mis bolas, Alina mete todas las suyas menos un par, y gano yo porque ella mete la bola negra cuando no le toca. Cuarenta minutos nos lleva acabar con este asunto.

Y ésta será la historia que contaré cuando monte un equipo con Alina y seamos campeonas europeas de billar. No olvidaré mis orígenes.

Comentarios

  1. no veo una pauta matemática en esa manera de colocar las bolas, pero bueno, los expertos en billar sabrán.
    en un bar del pueblo donde veraneaba de pequeño, se jugaba al billar francés. eran tres bolas, blanca, amarilla y roja, y no se trataba de introducirlas por ningún agujero sino de hacer carambolas.
    es la primera noticia que tengo de que el billar sea un juego propio de lesbianas -o cualquier otra orientación sexual, for that matter.

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  2. Yo pensaba que eso de las oficinas con mesas de billar o futbolines era un mito...
    Yo solo recuerdo haber jugado al billar una vez, de adolescente. Y recuerdo mezclar intentos de concentración (para meter alguna bola y quedar mínimamente bien) y de risa floja. xD

    Enhorabuena por tu victoria. Que tiemble O'Sullivan (el jugador de billar que está cada vez que pongo Eurosport en la tele).

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