viernes, octubre 30, 2015

Mi gran noche: la locura

Jose (Pepón Nieto) recibe una llamada de una ETT para participar como extra en el rodaje de un programa de nochevieja que se está llevando a cabo en agosto. Las circunstancias extremas del rodaje -hay una huelga que no les permite abandonar el edificio hasta que terminen- y lo zumbada que está casi toda la gente que anda por allí convierten la experiencia en una locura que se va más de las manos a cada minuto que pasa.

Mi gran noche - Cartel
 
Fui a ver Mi gran noche (ID, Álex de la Iglesia, 2015), presentada en la sección oficial fuera de concurso en el 63SSIFF, porque, a pesar de no tenerle mucho afecto al cine español Álex de la Iglesia me da confianza. Además sé que le gusta traer a sus tropecientos actores a las ruedas de prensa y que acaban siendo muy divertidas (ésta también lo fue, podéis verla aquí). Y el caso es que me alegro de haberle dado la oportunidad, porque Mi gran noche es una juerga y no aburre ni un segundo.

Blanca Suárez (Paloma) y Pepón Nieto (Jose)

La diversión de ver esta locura de cinta viene principalmente de sus personajes -la historia realmente no va a ninguna parte-; a destacar, Mario Casas haciendo de Casanova atontado (que por cierto, mira que parece imbécil este chico y luego resulta que es un tío súper majo) y Raphael como psicópata engreído, pero en general todo el reparto actúa estupendamente y la inmensa mayoría de los personajes aportan algo interesante.

Mario Casas (Adanne)

Sí es cierto que hay tal cantidad de gente en escena todo el tiempo que resulta muy caótica. Además hay ruido y música a todo trapo y gente hablando deprisa todo el tiempo, así que a ratos puede resultar excesivamente frenética.

Jaime Ordóñez - Rueda de prensa de Mi gran noche

Pero vamos, esta película es una comedia absurda -en el mejor de los sentidos- cuyo propósito es que os echéis unas risas. Y conmigo lo ha conseguido, así que recomendadísima si queréis pasar un rato divertido.

El año que no venga Álex de la Iglesia al festival le vamos a echar de menos.

sábado, octubre 24, 2015

Pequeñas mentirosas o las chicas que sospechan todo el rato

¿No os encantan esas series en las que no hay que pensar ni un poquito? Suelen ser malísimas, pero son tan relajantes que merece la pena verlas. Pues bien, en mi vida esta función la cumple Pequeñas mentirosas (Pretty Little Liars, Marlene King, 2010-presente).

Pequeñas mentirosas - Cartel

Esta serie, dirigida absolutamente al público adolescente pero que yo estoy viendo igual aunque tenga treinta años, cuenta cómo un grupo de de cinco amigas se desmorona tras la desaparición -y se asume que muerte casi desde el principio- de una de ellas, que además era la líder de la cuadrilla y de paso una zorra de mucho cuidado. Después de un tiempo, las cuatro chicas que quedan del grupo se ven reunidas de nuevo debido a que alguien llamado A empieza a acosarlas de manera anónima.

Según voy viendo los capítulos estoy siempre pensando en ese particular y absurdo universo que es el de las series adolescentes ambientadas en pueblecitos estadounidenses. Estudiemos el asunto con nuestra serie de ejemplo porque esto no tiene sentido ninguno y alguien tiene que ponerlo por escrito.


El día a día

Surrealistas no eran esas cosas turbias que pintaba Dalí, surrealista es que en un pueblo pequeñajo en el que viven tres gatos haya más medios y actividades culturales que en una capital en ferias. Las chicas de esta serie viven en un mini pueblo que tiene un único instituto y como dos cafeterías, pero hay una escuela de artes marciales, cine, un manicomio y las fiestas del instituto incluyen actuaciones en directo de grupos de moda. Yo luchando en el colegio para que nos llevaran a hacer el camino de Santiago como viaje de fin de curso, y a las muchachas éstas les montan una fiesta en un tren. En marcha. Sí.

 Shay Mitchel (Emily), Ashley Benson (Hanna), Lucy Hale (Aria) y Troian Bellisario (Spencer)


Las interpretaciones

Los personajes protagonistas de Pequeñas mentirosas y sus correspondientes actrices son Spencer (Troian Bellisario), Hanna (Ashley Benson), Aria (Lucy Hale) y Emily (Shay Mitchell). Bueno, y la amiga desaparecida, que se presenta de vez en cuando en algún flashback, sueños, alucinaciones varias y demás, Alison (Sasha Pieterse). Aquí las mozas no sólo son el glamour hecho estudiante de instituto, sino que además tienen el coco más asentado que el adulto más responsable que hayáis conocido en vuestra vida. Vale que tener una amiga desaparecida-muerta-loquesea habrá hecho que maduren a todo trapo, pero no sé, siguen teniendo dieciséis años, podían decir alguna tontería de vez en cuando... el caso es que el clan de marras se pasa la vida frunciendo el ceño y observando dramáticamente lo que ve a su alrededor con una cara de sospecha permanente. Y eso que algunos personajes no están mal, ¿eh? Hanna es práctica y dramatiza lo justo y Spencer está todo el día investigando historias, así que al menos esas dos amenizan el asunto. Las demás, pues bueno. Tienen sus momentos. El caso es que las actrices igual no lo hacen mal, pero da la sensación de que tienen al director constantemente detrás gritándoles que no están poniendo una pose suficiéntemente trágica.

Troian Bellisario (Spencer)


El vestuario

¿Vosotros cómo ibais vestidos a clase a los 16 años? Yo fatal. De vez en cuando tenía un vestido nuevo o algo por el estilo y me hacía ilusión ir decente, pero la inmensa mayoría de las veces iba con la hora pegada y me daba tiempo a peinarme de milagro. Mis compañeras se esmeraban más, pero aún así lo de ir a la última moda mientras cogíamos apuntes sobre cómo funcionan los leucocitos se daba más bien poco.

¡Pero estamos en Rosewood, donde nuestras protagonistas tienen millones de dólares para gastarse en zapatos aunque sus madres estén al borde de la bancarrota o sus padres tengan un salario normalito! En Pequeñas mentirosas, faltaría más, nunca veréis un modelo repetido. Esto pasa en todas las series, es verdad, pero al menos lo que repiten los personajes de otros shows televisivos son vaqueros y camisetas normales y corrientes, no las sandalias de colores neón y los leggins con estampado de leopardo que llevan estas muchachas.

Especialmente espectacular resulta el verlas dormir con máscara de pestañas y brillo de labios. Supongo, eso sí, que para la gente interesada en moda todos estos episodios cargados de coloridos conjuntos serán una maravilla.

Lucy Hale (Aria)


Los chicos

Todas estas series están, como ya he dicho, orientadas a quinceañeras, así que, faltaría más, los coprotagonistas masculinos tienen que estar a la altura de las circunstancias. Bueno, y los secundarios. Y ése camarero que sólo tiene tres frases. Y si los extras son guapos tampoco se va a quejar nadie. Que mira que las chicas son monas, ¿eh? Pero los chicos. Madre del amor hermoso, que sinsentido de testosterona. Si entra un chaval nuevo en escena, está tremendo, sin excepción; profesores particulares, compañeros de clase, policías, entrenadores, da igual. Todos serán capaces de derretirte con su prominente mandíbula y sus escandalosos abdominales.

Que me parece genial, sólo digo que queda un pelín artificial que los profesores tengan esta pinta:

Ian Harding (Ezra)

Pero quién soy yo para juzgar.


Los secundarios

Ésta serie y casi todas las del estilo están diseñadas para lucir a las protagonistas. Y ya. Los personajes secundarios son meros complementos, así que aparecen y desaparecen en función de lo que se necesite para que funcionen las historias de los personajes principales. En este caso, además, la mitad de la gente que sale oscila erráticamente entre una personalidad y su absoluta opuesta. Tres temporadas enteras de un hombre siendo encantador pueden de repente transformarse en un tipo siniestro del que es mejor huir corriendo. En estos shows ese dulce y fiable novio que tuviste en la primera temporada puede ser el principal sospechoso en la tercera, aunque no venga a cuento de nada y sea lo menos creíble de este mundo. Hay que mantener el suspense así que está todo permitido. Además, por supuesto, cualquier veinteañero macizo que aparezca en pantalla supondrá un interés romántico para alguna de las protagonistas. Ellos están buenos y ellas se enrollan con el primero que pasa -aunque tres episodios atrás estuvieran súper enamoradas de otro-, así que la cosa está fácil.

Eso sí, los secundarios que son casi permanentes lo hacen bastante bien -al margen de que les obliguen a ponerse un poco trágicos por todo también- y le dan estabilidad a la serie. Los actores son bastante dignos y algunos personajes son una buena aportación. A destacar, Ezra Fitz (interpretado por Ian Harding), Toby Cavanaugh (Keegan Allen) y Caleb Rivers (Tyler Blackburn).

Tyler Blackburn (Caleb) y Ashley Benson (Hanna)


¡El drama! ¡El glamour!

Se hace lo que haga falta para que el capítulo esté lleno de cantidades desproporcionadas de drama y glamour, a partes iguales. Si las protagonistas van a un encuentro peligrosísimo con el que probablemente sea un asesino en serie, irán con minifalda y tacones; que ya hay que tener pocas luces, porque con tacones se corre fatal. Aunque esto lo piensa el espectador desde casa, porque ellas con lo del peligro son bastante cortitas y lo demuestran cada dos por tres; desde mantener conversaciones muy obviamente confidenciales en sitios públicos a pesar de que saben que hay alguien vigilándolas y grabando todo lo que dicen, hasta irse a correr solas por el bosque sabiendo que hay un tarado que quiere matarlas.

Pero no nos desviemos, que yo estaba juzgando esa elegancia absurda que inyectan en cada episodio; estas chicas no llevan una vida cutre y normal como llevamos todos, faltaría más. En este pueblo los adolescentes hablan de tú a tú con los adultos y los comportamientos entre los dos grupos son indistinguibles la mayor parte del tiempo. Los alumnos hablan con los profesores en los pasillos del instituto, en la calle, en un restaurante. Toman cafés juntos en terrazas. Pasa eso en España y el profesor tiene una demanda por acosar a un menor antes de que se le haya disuelto el azúcar.

Además, para favorecer el estilo de vida, parece que no hay bibliotecas y rara vez la gente estudia en su casa. Las alumnas leen en la barra del bar, escriben redacciones en el sofá de una cafetería; los profesores corrigen deberes en la mesa de una terraza. Todo cool a más no poder.

Shay Mitchel (Emily) e Ian Harding (Ezra)

Y luego está, por supuesto, la aportación de las actrices a esta ingente cantidad de dramatismo: si hablan con alguien y se disponen a marcharse, no se van sin más, sino que se alejan caminando súper despacio para que el interlocutor pueda llamarlas y que ellas se giren de golpe con una mirada intensa para aportar un cierre estelar a la conversación.


El apartado técnico

La fotografía de la serie, qué maravilla. De verdad. Cuando hay escenas en, por ejemplo, otro pueblo, te enteras porque cascan un filtro en la cámara. ¿Pueblo siniestro? Todo es de repente azul marino. ¿Rancho perdido? Filtro marrón bucólico y campestre.

Y la realización, o el montaje, o como se llame. No sé cuántos planos habré visto de la cámara alejándose del grupo de protagonistas mientras ellas se quedan ahí de pie, en medio de una carretera todas juntas, mirando con el ceño fruncido a su alrededor mientras suena música tenebrosa de fondo.

Ashley Benson (Hanna), Shay Mitchel (Emily), Lucy Hale (Aria) y Troian Bellisario (Spencer)


Por último, la temática

Teniendo en cuenta que la intro es una muerta siendo maquillada para su funeral, la serie no da tan mal rollo como cabría esperar. La cosa es que las pocas veces que aparece algo que conseguiría que no durmieras en una semana, la escena va acompañada de atractivas adolescentes con una capa de pintura en la cara que ni la pared de la sala de estar, y siempre acaban haciendo de menos a ese argumento que da tanto miedo en favor de que veas lo monas que van las muchachas o lo bien que actúa la bailarina de moda (contiene pseudo spoilers. No son spoilers de verdad, son flashbacks que aún están por explicar). Así que un argumento que podría dar un pavor espantoso se queda en nada porque lo enfocan de pena. En alguna escena sí que consiguen meter miedo, pero es muy poco habitual. Una verdadera lástima, pero el público al que se quiere alcanzar es el que es.

Pero bueno, al menos sí que analiza algunos temas interesantes de vez en cuando, como los efectos que puede tener una persona tóxica en la vida de la gente, en especial cuando esa gente es muy joven, o hasta qué punto es peligroso arrinconar a alguien. Son cosas psicológicas de adolescentes, pero a mí me parece que tienen su interés, dentro de lo que hay.

Shay Mitchel (Emily) y Lucy Hale (Aria)


Y poco más puedo decir, a parte de que el título está bien traído; las chicas son guapísimas (o tienen buenos estilistas, más bien) y mienten como bellacas. De hecho, viendo la serie es inevitable pensar de vez en cuando que como nuestras valientes jovenzuelas le cuenten a la poli lo que hay se acaba la serie. Pero en fin, estos argumentos funcionan así, a base de secretos retroalimentados y tergiversadas historias que se solucionarían contándole el asunto a un par de adultos.

Pero eh, que a pesar de haber escrito ahora mismo como veinte párrafos poniendo a la serie a parir, ahí estoy, viéndola súper enganchada. Porque Pretty Little Liars es mala -pero mala mala-, pero si quieres pasar un rato entretenido es estupenda. Así que si queréis relajar el cerebro, ya sabéis lo que tenéis que hacer.


p.d. No os perdáis el que debe de ser el videoclip más amateur de la historia, con la canción de la intro.

p.d.2 En la serie también hay lesbianas a cascoporro. Por si os interesa.

viernes, octubre 16, 2015

Marte: no se puede tener todo.

¿Queda alguien que no sepa de qué va Marte (The Martian, Ridley Scott, 2015)? Con el libro, lo de que parece que los marcianos tienen agua y todos los chistes sobre cuántas veces vamos a tener que rescatar a Matt Damon, dudo que falte alguien, pero bueno, por si acaso:

Matt Watney (Damon) queda atrapado en Marte cuando los demás miembros de su tripulación le dan por muerto y se marchan de vuelta a La Tierra. Por supuesto, Watney ha sobrevivido y tendrá que apañarse como pueda para no estirar la pata tan lejos de casa.

Marte - Cartel

Me cuesta dar opinión porque he leído el libro y tengo sentimientos encontrados. Antes de nada, el libro está bien. Es ligero, a ratos muy divertido y está extraordinariamente bien documentado. Eso sí, los personajes no valen para gran cosa; algo tan explotable como qué se le pasa por la mente a un tío que está abandonado en otro planeta, y es algo que se desperdicia por completo. Pero en fin, al margen de lo superficial que pueda resultar, y de que tiene tanto dato científico que a veces pierdes el hilo de lo que estás leyendo, es una novela muy recomendable si quieres pasar un rato entretenido.

Matt Damon (Watney), Jessica Chastain (Lewis) y Sebastian Stan (Beck)

En la peli, para empezar, el personaje de Matt Damon tiene más sentido. Se frustra, se desquicia y tiene reacciones humanas, mucho más que el Watney del libro, así que felicidades por ello. Eso sí, el resto de personajes no sirven para nada; en especial la jefa de prensa -o algo así- de la NASA, Annie (Kristen Wiig) y una becaria de la que no doy datos para no spoilear nada, llamada Mindy (Mackenzie Davis), que en el libro son relativamente interesantes y dan bastante juego, en la película casi podrían no salir y no se notaría la diferencia. Pero es lo que hay; en las películas hay que recortar por todas partes porque no se puede desarrollar todo, y en Marte no sólo han simplificado aún más las personalidades de todos los secundarios, sino que han cambiado las relaciones entre personajes y se han comido partes que en el libro son cruciales.

Kristen Wiig (Annie)

Pero todo esto me lo planteo, obviamente, porque he leído el libro; pensando en la cinta de manera independiente, Marte es entretenida y emocionante, además de tener a Matt Damon haciendo un gran trabajo como protagonista. La ambientación es estupenda -Marte mola bastante, tampoco era muy complicado- y en general se deja ver muy bien. Sí que tengo la sensación de que hay partes que si no has leído el libro no se entienden muy allá, y, además de la ya sabida tomadura de pelo que es el 3D -ésta no es una excepción-, me han molestado algunos detalles visuales, como lo poco creíble que resulta la tripulación de la nave cuando se desplaza flotando de unos sitios a otros. Pero eso son tonterías, al fin y al cabo.

Así, en general, Marte da de sobra para que la recomiende, pero si te has leído el libro a lo mejor te resulta un poco floja.

Al final me quedo con la sensación de que el producto ideal sería un combo entre la peli y el libro. Pero no se puede tener todo.

lunes, octubre 05, 2015

El apóstata: minutos de más

El apóstata (ID, Federico Veiroj, 2015) cuenta la lucha de Gonzalo (Álvaro Ogalla) contra la iglesia para conseguir apostatar, es decir, que le borren de todos los registros eclesiásticos y así dejar de ser católico.

El apóstata - póster

La película empieza bien; el protagonista pelea como un campeón mientras la iglesia le da excusas y largas sin parar, así que es divertido porque parece que el chico está intentando darse de baja de Movistar o de cualquiera de estas compañías que una vez tienen tus datos ya no te dejan escapar en la vida.

También tiene su aquel en cuanto a que es instructiva a la hora de contar el proceso que hay que llevar a cabo si quieres apostatar. Me creo que es todo verdad porque el protagonista, además de ser coguionista y de no ser actor en absoluto (!), pasó por este proceso en la vida real. En la rueda de prensa -más majos todos- aclaró que lo de apostatar ha sido imposible y que él cree que eso no lo consigue nadie. Pobre chaval, qué cansancio.

Álvaro Ogalla - Rueda de prensa de El apóstata

Por otra parte, ésta es una de esas pelis para pasar el rato, que no pretenden ser súper profundas ni dar respuesta a tus preguntas sobre la vida y el universo, así que es sencilla y muy entretenida casi todo el tiempo.

¡Pero!

Hay escenas largas. Larguísimas. Infinitas. Así que a veces es aburridísimo seguir prestando atención. Además, aunque las actrices hacen un buen trabajo (Marta Larralde como Pilar, Bárbara Lennie como Maite y sobre todo Vicky Peña como la madre de Gonzalo), a veces da la sensación de que sus personajes no son totalmente necesarios, y eso le da cierta pesadez a la historia.

Marta Larralde - Rueda de prensa de El apóstata

La peli sólo dura ochenta minutos, lo que me hace pensar que tal vez esas escenas interminables están ahí porque de lo contrario la película no habría llegado los 60 minutos necesarios para ser considerada largometraje, y por tanto, entre otras cosas, no habría podido competir en la sección oficial del 63 festival de cine de San Sebastián. No podía preguntárselo al director en la rueda de prensa sin darle a entender lo mucho que me había aburrido en algunos trozos, así que me quedaré con la duda para siempre.

Bárbara Lennie (Maite) y Álvaro Ogalla (Gonzalo)

Total, que El apóstata es una idea divertida llevada a cabo por un buen reparto, pero que tiene demasiados minutos de metraje. La recomiendo por su originalidad, pero teniendo en cuenta que hay ratos en los que os vais a aburrir.

Ya podían hacer una versión reducida y así os la podía recomendar en condiciones.

sábado, octubre 03, 2015

La casa de St Stephen II: la infraestructura

He aquí un nuevo episodio, esta vez con millones de fotos, acerca de la casa que parece regentada por la mafia. Si no sabes de qué hablo, puedes leer esto para aclararte un poco.

Hoy hablaremos de la infraestructura de la casa de St. Stephen, que a primera vista parece estar en buen estado, pero luego miras de cerca y resulta que aquello es una mierda.

Pero antes de nada, por aquello de que os hagáis una mejor idea acerca del panorama inmobiliario londinense, recordemos primero mi casa anterior. Que además se ha armado mucho revuelo con la chica que estaba buscando piso y se encontró con una cama en el hueco de la escalera por 500 libras al mes, y así podéis entender por qué la noticia no me ha sorprendido ni un poco.

Volvamos a la casa de las plagas, entonces.

Me pareció fácil en el momento que acabáramos gritandonos en un juicio los atontados de la agencia de alquileres y yo, así que hice fotos por si necesitaba pruebas de algo.

Éste  es un detalle del "jardín". Igual le venían bien otros siete pares de comillas:

 Rincón del jardín

Sí, eso medio oculto que se ve a la derecha es una lata de cerveza. ¿Quién es el dueño y cuanto tiempo lleva ahí? Quién sabe. Y lo mismo con ese bote de limpiabaños que hay metido en la maceta.

Al fondo de la jungla ésta tenemos un elegante cobertizo:

Cobertizo del jardín

Del cual, por supuesto, salen ratas enormes que echan la tarde paseando por la zona.

Además, si consigues estar en el jardín el tiempo suficiente sin que te coma una rata o una boa constrictor, puedes ver que el cuarto de baño es en realidad un pegote acoplado a la casa:

Cuarto de baño acoplado a la casa

Espero que haya quedado claro ya lo poco usable que es el jardín. No podía ni ventilar la habitación, porque con la puerta abierta entraban ratas, y la ventana estaba tan alta que no llegaba a abrirla.

Pero entremos en la casa.

Aunque los muebles son baratos y cutres, están más o menos en buen estado, así que podría ser peor. Pero si entras en el servicio puedes ver la que declaro ahora mismo mi chapuza favorita de todos los tiempos; el armario de cuarto de baño con un solo pomo...

Armario del cuarto de baño

...que en realidad sí que tiene el segundo tirador, pero por el lado que no es:

Armario del cuarto de baño por dentro

Esto lo pongo en un museo de arte moderno y me forro.

Podría poner fotos de zonas a medio pintar y paredes que no llegan hasta el suelo, pero no vamos estar aquí todo el día, así que veamos el resto de la casa.

Saliendo a la zona común se pueden encontrar otras cosas chachis, como por ejemplo...

El armario al que le falta un cajón:

Armario de la cocina al que le falta un cajón

La foto es terrible pero os hacéis una idea. Ese armario es de los griegos, y por lo que me contaron su mayor problema es que al estar ahí ese hueco, las ratas merodean por sus cosas sin ningún tipo de impedimento, y se han encontrado varias veces caca de rata en su vajilla. Muy guay.

Y luego estaba la campana extractora de mentira.

Hablo de esas campanas que están encima de los fuegos, hacen un ruido espantoso cuando están encendidas y suelen estar conectadas a un agujero en la pared por el cual sale el humo al exterior.

Pues bien, mis compañeras de piso y yo, en medio de una conversación sobre lo lamentable que era el estado de la casa, desmontamos una de ellas, y comprobamos que, efectivamente, el humo atravesaba la entrada de la campana y era expulsado de nuevo a la misma habitación:

Campana extractora que no lleva a ninguna parte

La foto, de la que he tenido que recortar como he podido a mi compañera griega, es de una de las dos campanas extractoras de la cocina común, pero en mi estudio había otra y era más de lo mismo. Cuando está montada no se ve que el tubo no lleva a ningún lado, pero al quitarle esa pieza central queda a la vista lo bien que funciona el cacharro.

El señor de mantenimiento me dijo que era una campana de interior, y que el humo pasaba por un filtro para que el aire devuelto a la habitación estuviera más limpio. Muy interesante, si no fuera porque esos filtros por lo visto llevan años sin cambiarse.

Y no sé si os lo he dicho, pero por este estupendo estudio con acceso a zonas comunes y a un jardín lleno de ratas me cobraban 900 libras al mes, que son ahora mismo más de 1200 euros. La zona se llama Hounslow, que no tiene nada de especial, está lejos del centro y ocupa el segundo puesto en los peores sitios para vivir de Londres.  La verdad es que no es tan malo, pero a la gente no le gusta porque casi sólo viven indios o árabes y si eres blanco es fácil que te sientas fuera de lugar. Yo alquilé ahí porque está cerca de mi trabajo y porque no tenía ni idea de qué áreas eran buenas o malas, y aunque la casa fue un desastre, la zona no me disgustó, la verdad. Aún así, por ahí no me planteo vivir otra vez porque me sentía extremadamente insegura cuando volvía sola a casa si no era a plena luz del día y es verdad que tardar 50 minutos en metro en llegar a alguna zona central es un asco. Y aún con todo esto, 1200 euros al mes. Muy bien.

Pero a lo que íbamos, que es a hablaros de la espectacular infraestructura de la casa de St. Stephen.

Primero tengo que decir que la casa da bastante miedo. Tiene tres plantas y hay puertas por todas partes. Y el que yo tenga en mi habitación uno de esos accesos a la buhardilla que salen siempre en las pelis de asesinos en serie tampoco ayuda mucho:

 Acceso a la buhardilla

En la buhardilla a veces se oyen ruidos. Aunque yo creo que es maquinaria. Quiero decir, tampoco vamos a ponernos dramáticos, si sonara como una persona pidiendo clemencia o como un perro salvaje resultado de un experimento ya habría llamado a la policía. Pero vamos, que no mola nada tener ruidos en la habitación de arriba cuando no sabes qué hay dentro y además es un acceso a tu cuarto sobre el que no tienes ningún tipo de control.

Como añadido tenemos el que la caldera está tabique al medio con mi cuarto, en un armario del vestíbulo, y suelta un estruendo horroroso cada vez que alguien abre el agua caliente, así que cuando no tengo ruidos de un sitio los tengo de otro.

Luego está el picaporte. Esto es lo que pasa cuando intentas salir de mi cuarto:


Por suerte si te aprendes la técnica puedes abrir y cerrar la puerta casi sin problema, pero el primer día que vi lo que pasaba, con la puerta cerrada, y comprobando que sólo con la llave no podía abrir, no veáis qué risas.

Supongo que las puertas simplemente no son el fuerte de la casa. Éste es el cerrojo del cuarto de baño:

Cerrojo del cuarto de baño

¿Veis que está doblado? Eso hace que no se pueda descorrer del todo porque hace tope. Así cada día era una pelea para salir del servicio, hasta que, como no podía ser de otra manera, un día me quedé encerrada.

Hay que gritar mucho para que te oiga tu compañera de piso irlandesa desde la cocina, que está en la planta baja, cuando tú estás encerrada en el baño dos pisos más arriba. Pero bueno, me rescató y se lo agradeceré eternamente.

Hay más cosas, pero de eso ya no tengo pruebas gráficas. Por ejemplo, los brasileños no podían cerrar su armario porque las perchas no cabían. Los irlandeses no podían abrir sus cajones porque daban con la pared. Para aclararme el pelo en la ducha tenía que agacharme porque el cable de la alcachofa no era suficientemente largo.

Y por último, creo que merece la pena que veáis el estado en el que se encontraba el suelo de mi cuarto cuando llegué. Le hice una foto a lo que había debajo de la cama:

Esto es lo que había debajo de mi cama el día que me instalé

La cosa grande gris que se ve detrás del kleenex usado es un calcetín.

Me extraña que la aspiradora no explotara ni dimitiera a la mitad del proceso, porque eso era debajo de la cama, pero detrás del escritorio también había de todo -incluyendo un prospecto en italiano de un medicamento para una enfermedad del corazón-. Y al colchón no me di cuenta de hacerle fotos, pero daba una grima importante.

¿Lo inquietante? El resto de la habitación estaba impecable. Ni una mota de polvo en el escritorio, ni en el alféizar, ni en los barrotes de la cama. Porque sí, en esta casa las camas tienen barrotes, como si fueran cunas gigantes o camas de un sanatorio mental de una película de terror. Acogedor.

Y esto ha sido todo lo referente a la casa, físicamente hablando.

Tengo más cosas qué contar de este sitio así que habrá más episodios. Si yo tengo que sufrir las casas londinenses, vosotros también.

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