Como ya sabemos todos por aquí,
soy alérgica al polen. Y este año se me ha olvidado vacunarme -otra vez-, así que necesito desesperadamente píldoras que me ayuden a sobrevivir a la primavera.
Viernes pasado. Farmacia. Le doy un papel a la farmacéutica -Felicia, vamos a llamarla-, que me proporcionará las drogas que necesito para que no me explote la cabeza cuando el primer copo de polen venga a amargarme la existencia. Ya tengo síntomas y no me gustan.
Felicia - Son 4 con 85.
Me miro las manos. Para conseguir la receta he tenido que sacar todo lo que llevaba en los bolsillos, incluyendo un billete de 10 euros que está estríctamente reservado para comprar el regalo de cumpleaños de Iris, y uno de 50. Miro a la chica, que me observa con intención de arrancarme los ojos si le hago darme cambio de 50.
Yo - Esto... pues... te tengo que pagar con 50...
Felicia - ¿No tienes nada más pequeño? - Mira el billete de diez. Me mira a mí.
Yo - Es que... esto está reservado.
Y aquí es cuando los dependientes, al margen de la situación y del gremio al que pertenezcan, empiezan a dramatizar. No falla.
Felicia - Puf... pues no sé si voy a tener cambio... -pone cara de sufrimiento extremo.
Sufre lo que quieras, que no te lo voy a dar.
Felicia - Es que es el cuarto billete de 50 que me llega hoy, y claro, así no hay manera.
Pues dame mis pastillas gratis. Verás qué bien.
Yo - No puedo darte el de diez.
Felicia - Ya... - revuelve la caja registradora -
te voy a tener que dar el cambio en billetes de diez.
Yo - Me parece bien. Me gustan los billetes de diez - Me apasionan, si eso va a conseguirme mis medicamentos y una excusa para largarme de aquí.
Felicia - No, si lo digo por mí, que me quedo sin ellos.
Aquí ya llevo un rato preguntandome en qué momento se ha convertido en mi problema el que a una señora a la que no conozco de nada se le esté acabando el cambio.
Yo - Ya ves. - A ésta no le doy mi billete ni aunque se acabe el mundo. Por orgullo. Por honor. Por lo que queráis, me da igual, pero no se lo pienso dar.
Felicia - Um... - Revuelve otra vez la caja registradora y yo empiezo a plantearme las consecuencias legales de darle una bofetada a una farmacéutica. -
Nada, está claro que tendré que ir el lunes al banco a cambiar.
¡Uf uf uf que va a tener que ir
al banco! No sé por qué llora tanto la gente cuando tenemos aquí a Felicia; ella sí que tiene problemas de verdad y fijáos en lo poco que se queja.
Ya fuera del alcance de la farmacéutica infernal, donde estaban esperándome Cleo, Lilypad y Canaris:
Canaris - Joder, por la cara que traes, a saber qué burrada te ha propuesto la de la farmacia.
Les cuento la turra que me ha dado la muchacha.
Lilypad - ¡Ooooooooooohhh va a tener que hasta el banco! ¡Y todo por tu culpa!
Yo - Ya. No sé cómo voy a dormir por las noches.
Así que nada, desde mañana, en vez de dedicarme a salvar el mundo -que es lo que hago ahora, por supuesto-, voy a ir por las tiendas de Salamanca proporcionando cambio a vendedores desamparados, que es mucho más importante. Lo primero es lo primero.