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Mostrando entradas de septiembre, 2016

Florence Foster Jenkins: Entrañable Meryl

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La sección Perlas del Festival de cine de San Sebastián trae cada año unos cuantos títulos que por unas razones o por otras ya se sabe que son buenos -han ganado en otro festival o vienen recomendados por alguien que sabe de estas cosas, por ejemplo-. En esta categoría ha llegado Florence Foster Jenkins (ID, Stephen Frears, 2016) , para contarnos la historia real de una neoyorquina de los años 40 cuyo sueño era ser cantante de ópera. Esta película está enteramente sostenida por los personajes de Florence (Meryl Streep), su marido St. Clair Bayfield (Hugh Grant) y el pianista al que contratan para acompañar a la protagonista en sus clases de canto, Cosmé McMoon (Simon Helberg), y tengo que decir que los tres me han parecido maravillosos -sobre todo ellos-. Florence es todo ingenuidad y dan ganas de ir a darle un abrazo cada diez minutos, Hugh Grant consigue transmitir perfectamente el extraordinario afecto que siente St. Clair por su mujer y Simon Helberg me ha parecido encanta

Equipaje de mano

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El Industry Club es una sala del Kursaal en la que te dejan sentarte a escribir en los ratos en los que no estás viendo pelis ni persiguiendo actores. Se supone que está hecha para que los profesionales de la industria del cine puedan entrevistarse y hacer contactos, entre otras cosas, pero yo no tengo contactos que hacer así que la uso para escribir. Y para que los de Nespresso me den café , ya de paso. El otro día estaba en uno de los sofás con Almond y su amigo Dannell , hablando de las cosas guays que dejan las productoras en la mesa del Industry Club para que te las lleves como propaganda. Hay revistas y chapas y cosas así: Yo - ...y si quieres más merchandising, puedes ir a la mesa que hay fuera. Ahí siempre hay mil cosas. Dannell -¿Qué mesa dices? Yo - Es igual que ésta -señalo a lo que veis en la imagen de arriba- ; está en el rellano, donde acaban los casilleros. Dannell medita un segundo. Dannell - ¿Donde el bol de condones? Almond - Ahí.

Los siete magníficos: para pasárselo bien

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Hay cosas en la vida por las que hay que estar agradecido. Puedes estar agradecido por tener amigos, por un trabajo que te gusta, por la vecina entrañable que te hace galletas de vez en cuando. Yo, cada septiembre, estoy agradecida por el puñado de películas palomiteras que aparecen en el festival de cine de San Sebastián. Os puede parecer una idiotez, pero cuando acabas de ver una película china en la que violan a la protagonista y otra danesa que explora las incertidumbres de una mujer con una enfermedad terminal, que te pongan una comedia tonta es lo que puede evitar que tires tu acreditación al río y te vayas corriendo a buscar un terapeuta. Esta vez mis agradecimientos van concretamente para Los siete magníficos (The Magnificent Seven, Antoine Fuqua, 2016) , remake del popular western -que yo no he visto porque mi cultura cinematográfica deja un poco que desear, dejadme- que cuenta esta vez con Denzel Washington como protagonista interpretando al duro justiciero Chisol

La fille de Brest: el cine europeo que no te da ganas de pegarte un tiro

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¡Ya estoy en San Sebastián! Estoy segura de que estáis todos impacientes por escuchar mi opinión acerca de películas bielorrusas en blanco y negro que no vais a ver jamás, así que en los próximos días veréis que escribo muchas cosas relacionadas con cine y muy poco de todo lo demás. Como siempre y por falta de tiempo, cuando acabe el festival me encargaré de los comentarios. Recordad también que los títulos de las películas pueden ser algo confusos porque muchas aún no están traducidas al español y aparecen con el título original y a veces además con el título en inglés. Cuando lleguen a salas comerciales puede que algunos nombres cambien, pero al menos para buscar información éstos deberían valeros. Dicho esto, la peli inaugural del 64 Festival internacional de cine de San Sebastián ha sido, no tengo ni idea de por qué ya que no la conoce nadie, La doctora de Brest (La Fille de Brest / 150 Milligrams, Emmanuelle Bercot, 2016) , que cuenta la historia real de cómo la médico Irène

Bonnie y el detector de humos

Me he mudado. Otra vez. Dejadme. Mi nueva casa no está nada mal. En mi habitación hace frío y la moqueta es un asco, pero no hay nada traumático. La casa está bien. Es habitable. El problema es que dentro de la casa hay gente. Podría contar muchas cosas, pero el resumen es que tengo dos compañeras de piso: una que es una cerda y una que no. A la primera vamos a llamarla Bonnie por ninguna razón en particular y a la segunda llamémosla Abby. Tal vez entre en detalles otro día acerca de hasta qué nivel este ser es la repugnancia hecha persona, pero hoy mejor os voy a contar la historia del detector de humos. Porque no es sólo que esta chica sea una guarra de tomo y lomo, es que, además de no saludar, ocupar todos los armarios de la cocina y no contestar cuando le mandas un mensaje, es... no sé cómo describirlo. No quiero decir que es corta porque no la conozco lo suficiente y porque me resulta un poco hiriente para con la gente que sí es corta. Es más que está como e