¿Qué problema hay con comprar regalos? ¿Qué clase de resorte se dispara en nuestro cerebro para que toda nuestra inteligencia y habilidades sociales se desvanezcan cuando hay que elegir entre libro, DVD o vestido de lentejuelas? No me regaléis nunca un vestido de lentejuelas. Ya lo he vivido, y no salió bien. Bueno, a lo que voy:
Los Reyes son un horror. Os pongo en situación:
Lugar: tienda Alehop.
Misión: comprarle un regalo de Reyes a mi padre.
Tengo que empezar explicando que Alehop es un misterio para mí. Tiene poderes sobrenaturales. Tú entras estando contento con tu vida, siendo feliz con lo que tienes, y de pronto, antes de llegar a la mitad del primer pasillo, no entiendes cómo has podido vivir hasta ahora sin un kit de platos y palillos de comida japonesa. Todo el mundo sabe que tener unos palillos en casa es crucial para la supervivencia humana, y tú has estado perdiendo valiosos años de tu vida utilizando un tenedor. Detecto, como me suele pasar cuando estoy a punto de cometer una estupidez, a mi cerebro revolverse:
Cerebro - No.
Yo - ¿No qué?
Cerebro - Ya sabes qué.
Yo - Pero necesito esa vajilla japonesa. ¿No ves lo bien que quedaría si invito a alguien a cenar?
Cerebro - Tú no cocinas. Y no te gusta el sushi.
Ummmmm a lo mejor no me hace tanta falta... en cualquier caso, juraría que yo estaba aquí por otra razón...
Mi padre. Necesito un regalo para mi padre. Vamos a centrarnos.
Merodeo por los pasillos. Un maletín de fichas de póker, un llavero satánico, una estantería entera de brillos de labios. Y entonces me doy cuenta.
La música.
Villancicos... villancicos raros. Ya los villancicos me parecen terribles, pero esto es especialmente duro de escuchar. Eso es... ¿reggaeton? ¿Reggaeton mezclado con villancicos? ¿En serio?
No pasa nada. No pasa nada, soy fuerte; si llevo semanas escuchando la Danza Kuduro y esa otra cosa que baila Christiano Ronaldo cada vez que salgo de fiesta, puedo con esto.
Además, fíjate en ese tanga hecho de caramelos. ¿Quién no va a querer comprarse un tanga de caramelos?
Intento concentrarme, pero empiezo a remezclar canciones en mi mente, encasquetando el villancico reggeatoniano que tengo puesto de fondo con canciones de reggeaton de verdad:
¡¡A ella le guuusta la gasoliiiiiiina!! ¡¡¡FUN FUN FUN!!!
Uf. Mira, un kit de algo relacionado con el vino... no está mal, pero es muy caro.
¡¡A ella le encaaanta la gasoliiiiiiiina!!
¡¡¡FUN FUN FUN!!!
Que digo yo, si mi padre es feliz con el detalle más que con el regalo como tal, que si le envuelvo una piedra del jardín y le pongo un lazo, él tan contento... YO ME PIRO DE AQUÍ.
Pero no. Ya estoy metida en la tienda. Ya he aguantado dos canciones de este disco infernal, tengo que llegar hasta el final.
Y así fue como, porque soy una valiente, recorrí otra vez los pasillos de la tienda de marras, mientras una niña repelente cantaba de fondo "
¡¡qué chula es la navidad!!", compré un estupendo mini jardín zen, y me largué de allí corriendo.
Cuando se acaben la navidad y los villancicos, vuelvo y me compro la vajilla japonesa.