El mundo está lleno de hijos de puta
Ethan me espera en la puerta de una cafetería del centro de Salamanca.
Creo que nunca os he hablado de este hombre; hicimos juntos un sufrido proyecto de fin de carrera hace como seis años y desde entonces siempre que voy a Salamanca intento verle para un café o lo que se tercie.
Yo - Perdooonaaaaa -le doy un abrazo-. Si llego a saber que iban a tardar mil años en atenderme habría ido otro día a cortarme el pelo.
Ethan - Me debes treinta y cinco minutos de tu tiempo -no he tenido a este tío aquí mirando, ¿vale? Replanifiqué con su bendición-.
Yo - ¿Llevas media hora deambulando o qué?
Ethan - Desde anteayer llevo aquí esperando.
Yo - Pues encima llego tarde porque en la peluquería se han pasado tres horas haciendo cosas que yo no les he pedido solo para poder cobrarme más. Estoy súper cabreada.
Entramos, pedimos cafés, cañas, pinchos y le cuento mi muy desalentadora experiencia estilística:
Entro en una peluquería a las 18.30; una hora antes de mi plan con Ethan. Calculo que en unos cuarenta minutos estaré fuera de ahí, pero le escribo por si acaso para ver si sería un problema muy grave si llegara tarde.
Efectivamente, lo he supuesto todo mal y voy a llegar tarde.
Ethan me responde que no le importa quedar un poco más tarde siempre y cuando vaya a verle con los rulos todavía en la cabeza.
Tras treinta y cinco minutos de espera aviso a Ethan de que ya me atienden. Una mustia joven me lava el pelo y entonces paso a manos de la que parece la codueña del local (el otro dueño es su marido).
Ya entro un poco a la defensiva porque mientras esperaba he escuchado a esta señora poner a bajar de un burro a no sé qué niña que aprobaba porque su madre trabajaba en su colegio o alguna gaita similar, y a mí lo de marujear delante de desconocidos es algo que me parece de muy mal gusto y además perpetúa el estereotipo de la esteticien cotilla, con lo que me molesta a mí que se cumplan los estereotipos.
Pero bueno, la peluquera, a la que llamaremos Úrsula y a la que ya informé sin ningún tipo de ambigüedad al llegar de que solo quería lavar y cortar, me pregunta qué quiero en concreto y me recorta las puntas de una manera relativamente apacible y sin agobiarme en exceso. En algún momento le cuento que me he operado de la vista y ahí ya arranca a contarme media vida, pero es amable así que no tengo grandes quejas.
Y entonces percibo el inicio de una situación que me resulta familiar. Algo que me ha hecho abandonar otras peluquerías en el pasado.
Úrsula tiene un spray en la mano. Es un bote marrón brillante, conteniendo sin duda un carísimo producto para el cuidado del cabello.
Un par de veces me vi antaño en esta situación y no reaccioné a tiempo, pero he aprendido con los años. Clavo la mirada en el glamouroso tarro esférico que nuestra amiga tiene ya apuntando a mi húmeda melena y pregunto:
Yo - ¿Qué es eso que me vas a echar?
Úrsula - Es un producto que ayuda a sellar las puntas.
Yo - Y por eso me vas a cobrar una pasta, claro.
He de decir que a menudo este tipo de actitud tan directa incomoda enormemente a mis interlocutores, pero suelo emplearla con personas que se han metido ellas solas en estos jardines y que por tanto se lo han ganado a pulso, y a mí me ahorra enormes cantidades de tiempo y energía, así que la uso como arma de vez en cuando.
Úrsula responde inmediatamente, visiblemente incómoda:
Úrsula - No, éste te lo regalo. Aunque vamos, solo cuesta 1.50.
Úrsula, querida, éste me lo regalas porque te he cazado tan fuerte que solo te falta tener un cepo enganchado en el tobillo.
Yo - Aaaah muy bien, muchas gracias.
Nuestra amable peluquera emplea un rato en contarme las bondades del flusflús que acaba de enchufarme en las puntas. Y entonces su engranaje mental de vendedora ambulante se pone en marcha. Se ha dado cuenta de algo.
INCISO
Mirad, he encontrado esto buscando en google:
Es una Suzuki GSX R600 y podéis comprar una de segunda mano en esta web.
En la misma página tenéis esta otra, que es una Street Triple S:
La primera cuesta casi seis mil euros, y la segunda 9500. A lo mejor os parece mucho, pero eso es solo porque no las habéis comparado aún con la moto que está a punto de venderme Úrsula.
FIN DEL INCISO
Úrsula - ¿Cuándo te lavaste el pelo por última vez?
Yo - Anteayer.
Úrsula - Hmmm ¿y cada cuanto te lo lavas?
Yo - Día sí, día no. Si no hubiera venido aquí, esta noche me lo habría lavado.
Úrsula - Mira, en cuanto te he visto entrar por la puerta he visto cómo tenías el pelo. Que lo tenías ya como un poco pegado -uy Úrsula, te veo venir. Te veo venir fuerte-. Mira, cuando tienes este tipo de pelo, a veces con el tipo de champú esto se puede combatir. ¿Qué marca usas?
Yo - Voy cambiando.
Úrsula - Mira. Mira qué limpio lo tienes ahora -me separa unos cuantos mechones con los dedos-. Esto solo se consigue con un champú de arrastre, que es lo que te ha puesto la compañera.
Así que por ahí me la van a meter doblada. El champú. De lo que se ha dado cuenta nuestra peluquera con alma de ladrona de guante blanco es de que la chica que me lavó el pelo me ha aplicado ya, me imagino por órdenes de sus jefes, un champú que yo no he pedido, y tras echarle en cara el asunto del flusflús supongo que Úrsula teme que monte en cólera porque me van a cobrar por cosas que no he pedido.
Úrsula - Claro, ella ha visto que tenías este tipo de cabello y te ha dado, después del champú normal, el champú de arrastre. Que era lo que había que hacer.
Miro a esta señora mientras calculo cuánto me van a clavar por la mierda de arrastre, que me han aplicado sin preguntarme primero y sin informarme después.
Yo - Aham.
...
Úrsula - Porque en este establecimiento si vemos que el pelo necesita algo, pues lo hacemos. Porque lo que nos importa es el resultado. En otros sitios pues se preocupan menos por dar un tratamiento de calidad, pero para nosotros esto es muy importante.
Yo - Hmmm ya. Ya veo.
Silencio.
Úrsula - Mira, mira que limpio está. Deberías entrar en la página web de una marca que se llama nosecuantitos, que tiene un montón de productos como éste...
Ethan ve mi cara de indignación e interrumpe mi historia para hacer un apunte importante.
Ethan - Mira Key, en la vida hay que saber una cosa. El mundo está lleno de hijos de puta. Una vez procesas esa información, a partir de ahí ya es todo más fácil.
Yo - Vaya. Igual tienes razón.
Ethan - Claro que tengo razón. Hijos de puta. Todo lleno. Continúa.
...le digo a la señora peluquera que sí, que yo en cuanto llegue a casa miro todos esos productos que desafortunadamente no puedo comprarles a ellos porque yo el domingo me tengo que montar en un avión. Úrsula agarra el secador.
Úrsula - ¿Cómo te lo peino? ¿Te lo aliso? ¿Te lo marco?
Yo - No, gracias. Quítale un poco la humedad para que no me congele al salir, pero nada más.
Úrsula se pasa tres horas "quitándome la humedad", haciendo muchos aspavientos en el proceso. Mi pelo lleva seco un rato pero ella sigue dale que te pego con el secador. ¿Para qué? PARA COBRARME UN PEINADO QUE LE HE DICHO QUE NO QUIERO. Hasta le digo que en cuanto esté un poco seco yo me voy porque llego tarde, pero obviamente aquí las arcas del negocio importan más que mi felicidad como consumidora.
Cuando por fin acabamos, Úrsula me dice que le debo 23 euros. Yo entré pidiendo un corte de 13.
Algunos días tengo energía para montar broncas, otros no. Por suerte para esta mujer, hoy es de los que no.
Yo - ¿Me dices por favor qué estoy pagando?
Úrsula saca una tabla de precios.
Úrsula - Sí... Mira, el corte son trece, el peinado al aire -creo recordar que lo llamó "al aire", no estoy segura- son seis... no sé por qué no viene este peinado en la lista.
Porque te lo acabas de inventar, Úrsula. Por eso.
Úrsula - Y el resto del champú.
Yo - Ya. Vale. Te pago con tarjeta.
De vuelta en la cafetería:
Ethan - Espero que ahí no vuelvas.
Yo - Lo malo es que me gustaba cómo me dejaban, pero sí, creo que paso de que me tomen por idiota de esta forma.
Ethan - ¿Sabes por qué te ha pasado esto?
Yo - ¿Porque el mundo está lleno de hijos de puta?
Ethan - Exacto.
Así que nada, si alguien sabe de una buena peluquería en Salamanca a la que pueda ir cuando estoy allí de vacaciones sin que me estafen de esta manera tan espectacular, pues que me lo diga.
Menos mal que está Ethan para enseñarme a sobrevivir.
Bufffff....yo llegué a pagar sesenta euros...
ResponderEliminarY que gran verdad que hay días que te pilla guerrera y días que no...y luego arrastras la frustración todo el día.
¡Sesenta! ¡Serán ladrones! Me dices dónde es y vamos juntas a pegarles.
Eliminarsegún iba leyendo el post, al ver la moto he intuido que ibas a decir lo de vender la moto. :D
ResponderEliminarmis experiencias en la peluquería, en general no han sido excesivamente malas, más allá de lo típico de que me corten el flequillo más que lo que yo quería. o que diga "me he lavado el pelo esta mañana porque no pensaba venir hoy a cortármelo", y que aun así se empeñen en darme un lavado previo interminable.
claro que siendo hombre, la cosa da menos juego...
en cuanto a lo que comentabas al principio de los cotilleos... cada vez me gusta más este refrán: lo que juan dice de pedro, dice más de juan que de pedro.
Creo que con los chicos tienen menos margen de maniobra para estafarte miserablemente. Y ese refrán <3
EliminarCoincido. El mundo está lleno de hijos de puta. Y por eso yo aprendí a usar la técnica del "yo te aviso asi que no me toques la moral luego". En peluquería no me ha pasado nunca (ya sabes que no me complico la vida ahi xD), pero por poneete un ejemplo y seguir con tu artículo:
ResponderEliminar- ¡Hola buenas! ¿Cuánto cuesta un corte de pelo?
- ¡Hola! Pues el corte son 12 euros.
- Genial, justo el dinero que llevo en el bolsillo. Quiero eso.
Así en resumen, claro xD. Y con el apéndice de:
- Buebo, no te preocupes, también admitimos tarjeta...
- Vale, pero eso es util cuando la llevas encima :) (cara sonriente de "y punto").
Y evidentemente, como tú, no vuelvo si me tangan así... Que vaya jeta... ¡Yo te apoyo!
Ya tío, si hay formas, pero que haya que andar así por la vida, qué pereza. De momento tendré que buscar otra peluquería :'(
Eliminar