Foxxie II
Puedes leer Foxxie I aquí. Y ahora el segundo episodio de este asunto:
Antes de mudarme, Daisy me hace ir un día al piso porque Foxxie y Muggie están tensas con el tema de vivir con alguien nuevo y quieren conocerme. Me tomo un café con las tres y ahí veo que Foxxie trabaja en recursos humanos y que es de esas mujeres profesionales e independientes que toman una copa de vino en el salón todavía con la camisa y las perlas puestas. El rechazo que me produce y la sensación de que es una arpía son algo casi instantáneo, pero la chica es maja, así que pienso que a lo mejor son prejuicios injustificados.
Pues bien, tras convencer en el amago de interrogatorio a las que serán mis compañeras de piso de que no soy una psicópata, hago la mudanza y me instalo en la ridículamente pequeña habitación de Daisy. El suelo es moqueta, cosa que me repugna hasta el infinito, pero por lo demás la casa está muy bien.
Lo que también está bien es ver cómo vive la gente, así les conoces mejor. De Foxxie y Muggie aprendo que les gusta comer sano:
Los primeros días Muggie no está, así que sólo hablo con Foxxie, que es amable hasta el ridículo. No obtengo respuesta nunca a ninguna pregunta porque todas las variables de este mundo pueden ser modificadas a mi voluntad.
Yo - ¿Compartís la leche?
Foxxie - La podemos compartir si tú quieres.
...
Yo - Eh... igual mejor no, porque yo tomo un montón de leche -esto es de antes de descubrir que la leche de Inglaterra es una mierda- así que os la gastaría todo el rato.
Foxxie - Pues no la compartimos, no hay ningún problema.
Bien. Vale. Puramente basándome en prejuicios e intuición esta chica no me gusta nada, pero parece que se está esforzando en facilitar la convivencia. A lo mejor me equivoco y es maja.
De hecho, hasta tenemos alguna conversación medianamente digna en el sofá o en la cocina. No acabo de ver que aquello fluya, pero bueno, la chica es simpática.
Y entonces llega Muggie.
Muggie me pregunta qué tal me estoy adaptando, me da indicaciones cuando quiero ir a hacer turismo y en general es súper agradable. Tiene el tono de voz más irritante del universo, una coletilla horrorosamente molesta en cada frase que pronuncia -YEEEEEEEEEEEEEEEEEEAH- y pinta de tener tres neuronas y media, pero la chica es majísima.
¡Pero!
¡Empiezo a ver por dónde va Foxxie!
En cuanto llega Muggie, Foxxie empieza a ignorarme. La sensación general es de que hablaba conmigo porque estaba sola y se aburría, y que en cuanto ha tenido a alguien mejor cerca ha olvidado mi existencia. Muggie es maja conmigo, pero cuando están juntas tampoco me hace ni caso.
Empiezo a sentirme extraordinariamente desplazada. Me resulta incómodo estar en el salón porque es evidente que interrumpo con mi presencia sus largas sesiones de reírse histéricamente con las aventuras de Carry Bradshaw y sus glamourosas y sexualmente activas colegas.
No es que me enfade la idea, ellas son amigas y a mí no me conocen de nada; pero es muy molesto vivir con dos personas que quieren estar a lo suyo y a las que les sobras todo el tiempo. Además tampoco parece que lo estén intentando muy fuerte.
El caso es que llega Septiembre y me voy de viaje a San Sebastián durante diez días. Estando allí, Daisy se pone en contacto conmigo.
La casera ha decidido que ya no quiere alquilar más el piso. Que cuando se acaben los dos meses que me faltan a mí y a las otras dos chicas, ya no va a alquilar más.
Resulta también, faltaría más, que por ley, una vez firmas un contrato, tienes seis meses de garantía en los que no pueden echarte de casa. Eso significa que si me meten en el contrato ahora, dentro de dos meses, cuando me toque irme, puedo encadenarme a una tubería y decir que yo de ahí no me voy. Así que la señora casera, obviamente, dice que no se la juega, con lo que no me meten en el contrato ni para los dos meses que me faltan. Y bueno, incluso en el mejor de los casos dentro de dos meses estoy sin casa otra vez.
¿Cómo, por todos los dioses, es posible que esté teniendo esta suerte de mierda con los pisos en Londres? En serio, es que es para planteárselo ya, ¿eh?
Tercera y penúltima parte de este jaleo la semana que viene. Sed felices.
Tercera y penúltima parte de este jaleo la semana que viene. Sed felices.
Hola Key
ResponderEliminarMe has descolocado con tu viaje a SanSe de ¿septiembre pasado? y cómo Daisy (¿Porqué Daisy?) vuelve a ponerse en contacto contigo.
Pero tiene sentido que coman sano -porque las botellas ya están vacías- y que no se ocupen de las plantas -total, tampoco se ocupan de "la nueva"- pero, como dices, alomojó son majas y simpáticas.
Be happy tú también, que lo tienes más difícil. Un saludo, Manu3l.
Sí, fíjate si es de hace tiempo esto. No te puedo contar por qué la he llamado Daisy sin poner en riesgo su anonimato :) Y sí, si son lo peor con la gente, como para preocuparse de las plantas.
Eliminar¡Saludos!
Ay, Key... Esto es que el destino quiere darte material para el blog porque, si no, no me lo explico. Estás topando con toda la gente loca de Londres. Me encantaría que encontrases por fin un sitio normal pero reconozco que encuentro un placer enfermizo en leer tus entradas. Si todo fuera color de rosa, no le sacarías tanta chicha al tema...
ResponderEliminarUn besote y suerte!!!
Jajajaja eso es verdad, si todo fuera bien no tendría nada que contar. Con los compañeros la verdad es que he tenido poco drama (como cinco impresentables de más de 20 compañeros de piso que he tenido en este año que llevo aquí), así que podría ser peor, supongo.
Eliminar¡Besos!
sentirse desplazado para mí es una de las peores sensaciones. da igual que intentes ponerte racional y te digas a ti mismo que tu objetivo prioritario no es hacer amistades...
ResponderEliminarespero que tengas más suerte con el tema del piso a partir de ahora. y que encuentres unos compañer@s un poco más cuerdos. ya veo que no beben batidos de fresa precisamente. ^_^
A mí me pasa igual, lo de sentirse fuera de lugar me parece horrible. Estoy teniendo alguna otra odisea con compañeros de piso, pero no he conocido aún a nadie tan abofeteable como estas dos. Tocaremos madera.
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