Grass
Grass es un personaje al que conocí en mi primer año en la facultad. Le perdí de vista en seguida porque acabó la carrera a la velocidad de la luz, para continuar luego con el ciclo superior (lo que estoy haciendo yo ahora), hacer prácticas en alguna parte de Europa, saltar de unos países a otros y terminar -de momento- trabajando en una empresa en Madrid. Como hacer todo eso es fácil, también habla inglés y francés -y creo recordar que alemán- y toca el chelo. Por supuesto, tiene una vida social que no le cabe en la agenda. Y además, faltaría más, está bueno.
Por todas estas características y las que me estaré olvidando, Grass es un ser altamente odiable; aun así, y sólo porque soy una bellísima persona, soy amiga suya y le aguanto tomando un batido gigante cada par de meses aproximadamente, siempre y cuando el chico resulte estar en España en el día acordado.
Pues bien, como la naturaleza es sabia, su cuerpo ha decidido que hay que conseguir que la gente que le rodea sea un poco menos consciente de su evidente superioridad, para que así pueda tener amigos. ¿Y cómo consigue esto el cuerpo de Grass?
Fácil.
Le obliga a meterse en follones absurdos. Por culpa de alguien ajeno a su control o bien porque él mismo hace alguna tontería.
Es como mi habilidad para atraer camareros idiotas, o para hacer el ridículo. Con esa facilidad, Grass se mete en unos líos horrorosos.
Yo siempre había pensado que era todo culpa del alcohol, hasta que me ha contado la última:
Situación:
4 de agosto. Grass se sube al autobús que lo llevará al Arenal Sound.
Ve que su asiento está en primera fila.
Hay una señora sentada en la ventanilla, así que asume que a él le ha tocado el pasillo. Se sienta.
Viene el revisor. Les pide los billetes.
El revisor se pone a comparar los billetes. Ambos tienen el número de coche correcto, misma fila y mismo asiento.
Les devuelve los billetes y se va.
Discusión entre Grass y la señora sobre los problemas que puede dar Internet y lo mal organizadas que están estas cosas.
Grass mira su billete pensando en qué puñetas habrá pasado.
Grass se ha comprado un billete para hace un mes. Estupendo. Y ha quedado con no sé cuánta gente en la ciudad de destino. Se pone a maquinar a ver cómo se libra del marrón.
¿Y qué pasa?
Pues que el autobús arranca, ahí nadie dice nada, y Grass llega felizmente a su destino utilizando un billete caducado.
Si me pasa a mí, el revisor me empuja a una cuneta seguro.
Maldito Grass.
p.d. Sé que algún día recibiré una llamada telefónica y me tocará ir a pagar la fianza de alguno de mis amigos porque se haya metido en un jaleo tremendo. Lo que no sé es si el primero en llamar será Grass o Tiziano.
Por todas estas características y las que me estaré olvidando, Grass es un ser altamente odiable; aun así, y sólo porque soy una bellísima persona, soy amiga suya y le aguanto tomando un batido gigante cada par de meses aproximadamente, siempre y cuando el chico resulte estar en España en el día acordado.
Pues bien, como la naturaleza es sabia, su cuerpo ha decidido que hay que conseguir que la gente que le rodea sea un poco menos consciente de su evidente superioridad, para que así pueda tener amigos. ¿Y cómo consigue esto el cuerpo de Grass?
Fácil.
Le obliga a meterse en follones absurdos. Por culpa de alguien ajeno a su control o bien porque él mismo hace alguna tontería.
Es como mi habilidad para atraer camareros idiotas, o para hacer el ridículo. Con esa facilidad, Grass se mete en unos líos horrorosos.
Yo siempre había pensado que era todo culpa del alcohol, hasta que me ha contado la última:
Situación:
4 de agosto. Grass se sube al autobús que lo llevará al Arenal Sound.
Ve que su asiento está en primera fila.
Hay una señora sentada en la ventanilla, así que asume que a él le ha tocado el pasillo. Se sienta.
Viene el revisor. Les pide los billetes.
Revisor - ¿Pero tú qué asiento tienes?
Grass - No sé... aquí pone que tengo el 1.
Señora - Pero si el 1 lo tengo yo.
El revisor se pone a comparar los billetes. Ambos tienen el número de coche correcto, misma fila y mismo asiento.
Revisor - Qué raro. Voy a ver qué pasa.
Les devuelve los billetes y se va.
Señora - Yo acabo de comprar mi billete en taquilla, no debería haber problemas...
Grass - Yo lo compré hace más de un mes por Internet, a saber qué ha pasado.
Discusión entre Grass y la señora sobre los problemas que puede dar Internet y lo mal organizadas que están estas cosas.
Grass mira su billete pensando en qué puñetas habrá pasado.
Número de coche correcto. Fila. Asiento. Pues está todo bien. Fecha. Día 4. Bien. Del 7. Pues sigue estando bi... ¿7? ¿¿Cómo que 7?? ¿¿¿El 7 no es julio???
Grass se ha comprado un billete para hace un mes. Estupendo. Y ha quedado con no sé cuánta gente en la ciudad de destino. Se pone a maquinar a ver cómo se libra del marrón.
Mierda mierda mierda mierda joder joder joder joder que tengo un billete para hace un mes. A ver qué coño hago ahora. Puedo bajar corriendo a la taquilla y comprar otro billete para este mismo autobús. O esperar al siguiente si hay algún problema. O... o puedo callarme y ver si cuela y nadie se entera de nada.
¿Y qué pasa?
Pues que el autobús arranca, ahí nadie dice nada, y Grass llega felizmente a su destino utilizando un billete caducado.
Si me pasa a mí, el revisor me empuja a una cuneta seguro.
Maldito Grass.
p.d. Sé que algún día recibiré una llamada telefónica y me tocará ir a pagar la fianza de alguno de mis amigos porque se haya metido en un jaleo tremendo. Lo que no sé es si el primero en llamar será Grass o Tiziano.
jaja! Vaya crack!
ResponderEliminarSe denomina ley de equilibrio de la bonanza universal. Esta establece que, si tiene una vida ordenada, sabes hacer de todo, en general la vida te sonríe y tú no le quitas la sonrisa a la vida y tienes todas las cualidades necesarias para ser feliz (alguna personas se conforman con distintas cosas, así que no son características fijas), siempre, pero siempre, necesitas que un hecho ridículo/trágico/absurdo/jodido te toque. Para dejar todo en equilibrio y hacer que el resto del mundo se sienta menos miserable.
ResponderEliminarPero lo que tú cuentas rompe esta ley. Porque el cuento debía terminar en que era denunciado por mentirle al Estado, lo llevaban ante una corte marcial y lo sentenciaban a pasar veinte años en Alcatrás sin posibilidad de apelación. Después él se escaparía de alguna forma, inteligencia no le falta, y todo volvería a la normalidad. Eso que le ocurrió es demasiada buena suerte para un sólo ser humano.
Estoy enfermo y me tiemblan las manos, volveré a mi camita en medio de la madrugada bendita, que me despierta en un desconsolado segundo, que quiere escapar de su destino inexorable, quizás haciendo que la conciencia le haga compañía un momento antes de partir... antes de que el momento sea reemplazado por el momento presente...
P.S. Yo apostaría por Zacarías. El Gobierno puede creer que sabe demasiado. Hay que vigilarlo.
Jajjajaajj!! Hay gente que tiene ese don de salir airoso de los marrones... A mí me pasaría como a ti: me pillarían fijo y me hubiera tocado comprarme otro billete o quedarme tirada en la estación.
ResponderEliminarLa verdad es que el tal Grass arriesgó, le echó morro al asunto y le salió bien la cosa. A lo mejor, si hubiera dicho la verdad, se hubiera quedado en tierra.
Eso es confiar en tu propia suerte. Pero bueno, tampoco hay que confiarse siempre... Porque alguna vez te puede fallar. Jejeej!
PD: Menos mal que estoy en el portátil y el captcha de hoy es facilito, que si no... muahahaha!
Besos!
¿Y ésa es la gran catástrofe? De verdad, cuando lo estabas describiendo, por momentos, iba creciendo mi deseo de que lo atropellara el autobús... ¡¡por lo menos!!
ResponderEliminarNada, encima de hacerlo mal, le sale bien la jugada... Eso, desde ya, te digo yo que no es un mal momento. Sino tener potra hasta para eso!
A mí me pasa algo similar y se entera todo el pasaje con sólo mirarme a la cara. Y si lograse quedarme, estaría mala todo el camino, pensando: "Ahora se dan cuenta y me bajan en la primera gasolinera".
Qué mal repartido está el mundo!!
Madre mía con Grass! Pero bueno, todos sabemos que en algún momento no tendrá tanta suerte... aunque bueno, seguro que teniendo una amiga como tú siempre tendrá suerte! Al menos para pagarle la fianza!
ResponderEliminar¿Estás segura de que pagarías la fianza...? ¿O te quedarías toda la noche en el lado de la libertad de los barrotes riéndote del susodicho...? Confiesa, confiesa...
ResponderEliminarEso lo vi una vez en el tren con una señora que se quejaba al revisor armando un alboroto tremendo porque habían vendido dos billetes con el mismo sitio... y acabó dándose cuenta de que su billete era del día anteriort, que se había equivocado ella.
jajajaj a mi me pasaría como a ti, me tirarían del bus, con la suerte que tengo XD
ResponderEliminarJajaja! In creible!
ResponderEliminarjajajaja
ResponderEliminarEso es karma nena...
jajaja
Por cierto soy Pérfida
Un saludo coleguita
Un super buen partido el Grass este no??? todo un personaje jeje
ResponderEliminarTe he dejado un premio en mi blog. Besitos
también me hubieran mandado fuera!
ResponderEliminardEsoRdeN pues de éstas me cuenta cada vez que le veo :S
ResponderEliminarNicolás, no te preocupes, que ya la preparará otro día y sí acabará en comisaría o lo que toque. Este chico tiene un don. Espero que ya estés bien, y que sepas que a Zacarías no iría a sacarle de la cárcel, porque no le conozco en persona... que vaya su padre el agricultor.
Gata, ya ves, ¡encima hay que aguantar que le salga bien el tema!
AM, si te parece poco dramático te puedes quedar con que hace poco estuvo en Nueva Orleans, y sin saber cómo acabó semipresenciando un tiroteo. No tuvo clara la situación hasta que no vio el periódico al día siguiente xD
¡Marisela, así me gusta! ¡Díselo a él para que aprecie lo que tiene! Jajajaja
Juan oooooh qué idea... si llego a estar en la situación te comentaré mi reacción :D
Pio, yo creo que la suerte la tiene toda Grass y por eso pringaríamos el resto...
Mi Casa de Juguete otro día a ver si cuento más batallitas de este tío, que no tienen desperdicio.
Pérfida, yo creo que le voy a robar su karma a la fuerza. Igual funciona.
Rocío, pues sí, en toda su odiabilidad, hay que reconocer que el chico es un partidazo. ¡¡Preeeemiooooosss!! ¡Graaaaciaaaaas!
Vértigo, únete al club de pringuis que nos habríamos quedado en la cuneta xD