Una de las lecciones más horrendas y difíciles que toca aprender en algún momento de la vida es que no puedes ayudar a una persona que no quiere que la ayuden. Y es horroroso, ¿eh? Nos ha pasado a todos: el primo que tiene problemas de corazón y se niega a tomarse la medicación; tu amigo el que va por ahí acostándose con toda la que pilla sin preocuparse de lo que le puedan pegar o de a quién pueda dejar preñada por el camino; tu compañera de colegio de toda la vida, que a base de cometer los mismos errores una y otra vez vas viendo cómo la abandonan, con razón, todos los que alguna vez le tuvieron algún tipo de afecto. No solo es difícil aprender esto, sino que en seguida se olvida. En cuanto la situación cambia un poco piensas que esta vez sí hay algo que hacer. Al final, tras casos y casos de intentar hacer entrar en razón a personas que no hay forma de que entiendan nada, comprendes que cada uno es dueño y responsable de su propio bienestar y que si les da un ataque al corazón...