Renée Zellweger se despertó una mañana pensando en que su filmografía era demasiado entretenida y dijo "voy a hacer algo increíblemente aburrido, de esas películas que hacen historia". Y entonces aceptó el papel de Miss Potter. No es que Zellweger sea santo de mi devoción, pero sus películas no están mal para pasar el rato, e incluso tiene alguna que vale la pena ver; además, el coprotagonista de Miss Potter es Ewan McGregor, que siempre es un punto a favor. El largometraje (por llamarlo de alguna forma, porque dura hora y media), que narra la vida de una escritora e ilustradora de cuentos cuyo deseo en la vida es ver publicada su obra, es lo más lento y aburrido que he visto en mucho tiempo, alcanzando su punto máximo de ñoñería cuando el espectador se ve obligado a escuchar lecturas de un montón de cartas de amor, cada una más cursi que la anterior. Después de eso, pasamos de la cursilería a la depresión en unos 20 segundos, y de ahí al final, más aburrimiento. Aun así que...