No te preocupes, vas a quedar estupenda...
¿Qué les pasa a las peluqueras? ¿De dónde les viene esa sed de sangre? Y digo peluqueras porque nunca me ha cortado el pelo un hombre, pero me da que con ellos pasa lo mismo...
¿Por qué digo esto ahora? No es ninguna novedad, todos hemos pasado por las manos de alguna experta en estética que parecía querer arrancarnos la cabeza. Hablo hoy de este tema porque el otro día fui a una peluquería a la que no había ido nunca, y la persona que se encargó de adecentar mi pelo es, y será durante mucho tiempo, la nueva protagonista de mis pesadillas.
La peluquería en cuestión está muy cerca de mi trabajo, de camino a mi casa; además es grande, con cristaleras por todas partes, de esos sitios en los que dan ganas de entrar. Cuando me metí en el local apareció una chica sonriente y entrañable para preguntarme qué quería. Después de explicarle que venía directa del trabajo y sin más dinero que el que había marcado en el escaparate como precio del corte, la chica me llevó al sitio ése extraño en el que te lavan el pelo. Inciso: parece una tontería lo del dinero, pero si no se investiga el precio antes de empezar, uno se arriesga a que le echen catorce botecitos diferentes en el pelo, y todos cuestan una pasta.
- Ése es el precio del corte sin más, ¿no quieres que te eche desenredante?
- No
- ¿Ni anticaspa?
- No
- ¿Alguna mascarilla?
- Que no.
Después de un rato en el lugar ése del lavado de pelo (nada extremadamente desagradable, sólo un dolor de cuello increíble al terminar, lo de siempre), pasamos al tema peinar-para-poder-cortar.
A la tercera pasada del cepillo empecé a acordarme de la conversación del desenredante... la peluquera tiraba sin ningún tipo de delicadeza de mi pelo enmarañado, sin empezar por las puntas, sin sujetar las raíces; al cabo de 15 pasadas pensé que sería un regalo del cielo que Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet, viniera a sustituir a la loca del cepillo. 20 pasadas después ya sólo podía intentar concentrarme en esa cueva de la que hablan en el Club de la Lucha, donde hay un Animal del Poder que te ayuda a soportar el dolor. Pero nada funcionaba. No sé cómo llegué al final del proceso sin llorar.
Cuando al fin tuve el pelo desenredado empecé a pensar con terror en la siguiente fase. Si aquella mujer sin escrúpulos me había hecho eso con un cepillo, ¿qué iba a hacer con unas tijeras?
Bueno, el pánico hablaba por mí. Está claro que la parte de las tijeras es la que no duele. La chica me cortó el pelo, me lo desfiló, hizo capas y un montón de cosas más que no entiendo y me dejó fantástica. Aunque no tan fantástica como para que vuelva a poner un pie en ese lugar espantoso, claro.
Algún día las peluqueras se aliarán para dominar el mundo, y entonces ya será tarde... yo, personalmente, cuando llegue ese momento eliminaré este artículo y les pediré que me enseñen a hacer mechas. A ver quién se atreve a llevarnos la contraria.
¿Por qué digo esto ahora? No es ninguna novedad, todos hemos pasado por las manos de alguna experta en estética que parecía querer arrancarnos la cabeza. Hablo hoy de este tema porque el otro día fui a una peluquería a la que no había ido nunca, y la persona que se encargó de adecentar mi pelo es, y será durante mucho tiempo, la nueva protagonista de mis pesadillas.
La peluquería en cuestión está muy cerca de mi trabajo, de camino a mi casa; además es grande, con cristaleras por todas partes, de esos sitios en los que dan ganas de entrar. Cuando me metí en el local apareció una chica sonriente y entrañable para preguntarme qué quería. Después de explicarle que venía directa del trabajo y sin más dinero que el que había marcado en el escaparate como precio del corte, la chica me llevó al sitio ése extraño en el que te lavan el pelo. Inciso: parece una tontería lo del dinero, pero si no se investiga el precio antes de empezar, uno se arriesga a que le echen catorce botecitos diferentes en el pelo, y todos cuestan una pasta.
- Ése es el precio del corte sin más, ¿no quieres que te eche desenredante?
- No
- ¿Ni anticaspa?
- No
- ¿Alguna mascarilla?
- Que no.
Después de un rato en el lugar ése del lavado de pelo (nada extremadamente desagradable, sólo un dolor de cuello increíble al terminar, lo de siempre), pasamos al tema peinar-para-poder-cortar.
A la tercera pasada del cepillo empecé a acordarme de la conversación del desenredante... la peluquera tiraba sin ningún tipo de delicadeza de mi pelo enmarañado, sin empezar por las puntas, sin sujetar las raíces; al cabo de 15 pasadas pensé que sería un regalo del cielo que Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet, viniera a sustituir a la loca del cepillo. 20 pasadas después ya sólo podía intentar concentrarme en esa cueva de la que hablan en el Club de la Lucha, donde hay un Animal del Poder que te ayuda a soportar el dolor. Pero nada funcionaba. No sé cómo llegué al final del proceso sin llorar.
Cuando al fin tuve el pelo desenredado empecé a pensar con terror en la siguiente fase. Si aquella mujer sin escrúpulos me había hecho eso con un cepillo, ¿qué iba a hacer con unas tijeras?
Bueno, el pánico hablaba por mí. Está claro que la parte de las tijeras es la que no duele. La chica me cortó el pelo, me lo desfiló, hizo capas y un montón de cosas más que no entiendo y me dejó fantástica. Aunque no tan fantástica como para que vuelva a poner un pie en ese lugar espantoso, claro.
Algún día las peluqueras se aliarán para dominar el mundo, y entonces ya será tarde... yo, personalmente, cuando llegue ese momento eliminaré este artículo y les pediré que me enseñen a hacer mechas. A ver quién se atreve a llevarnos la contraria.
¿Soy yo, o estás tocando todas mis fobias con una presición milimétrica? XDDD Antes con las arañas, ahora con los peluqueros.
ResponderEliminarSed de sangre, deseo de hacer daño, una ansiedad mal contenida por ver el dolor humano y por no tener las capacidades intelectuales de un asesino serial metódico y sistemático. Eso es un peluquero. Están resentidos con el mundo entero, y su misión será desmelenar a quien se cruce en su camino para debilitar, cual Dalila a su Sansón, las energías de la raza humana.
¿Por qué comento ahora en este post? LO había visto el jueves (ayer) pero decidí dejarlo para esta tarde por una sencilla razón: esta mañana he sido víctima de las tijeras. La melena que había estado sin rozar el frío acero de las tijeras desde enero... ha sido cortada y desgarrada. Creo que voy a esta peluquería desde el dos mil siete, y en todo este tiempo, habré ido nueve veces contando la de esta mañana. Ergo: si el peluquero me tuviera por único cliente, se moriría de hambre. Creo que por eso siempre se empeña en rebajar de más la capa superior, por cortarla demasiado, por dejar el flequillo al nivel de las patillas (pero sin un largo considerable de la capa superior para que el pelo no parezca una cortina desuniforme), y en definitiva, en dejarme el pelo como si fuera un casco sin relleno. Es que estoy seguro de que me odia. Y es un círculo vicioso. Él me odia y me trata así. Él me deja horrible mi pobre cabello. Yo tengo menos ganas de ir. Yo no voy a la peluquería sino cuando es necesario (generalmente con las fechas de exámenes de la escuela). Y él sigue teniendo rencor contra mí.
Algo que es de agradecer, no obstante, es que yo no paso por la traumática experiencia del lavado de pelo.
Me gustó la expresión "la loca del cepillo"; es... interesante para escribir algo partiendo de allí. La peluquería debe de ser una profesión endemoniada. Se están comenzando a agrupar para dar el golpe final. Lo sé, lo presiento. Estamos próximos a la gran guerra entre los peluqueros y los que no lo sean. Estamos en desventaja. Cuando esto ocurra, seguiré tu ejemplo, estimada Key, y aprenderé a manejar las tijeras.
Por lo pronto (y como sé que esta nota desaparecerá algún día)...
... ¡alejaos, peluqueros! ¡Aquí no podéis pasar! ¡Por Naria, Nenia y Bilia, los tres chiflados, el Gordo y el Flaco, el poder de la fuerza, Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, por el Traductor de Google y la Unión Friki del mundo, no podéis seguir adelante!
En tanto, voy a llorar amargamente al rincón y esperar que vuelva a crecer, se deforme como a mí me gusta y quede "impeinable".
Cambia de peluquería. De verdad, parece que en todas van a hacer lo mismo, que en todas te van a intentar arrancar mechones a trozos y que siempre vas a quedar fatal, pero yo te aseguro (tras peregrinar por peluquerias de tres barrios distintos) que hay esperanza. En algunos sitios te hacen un daño aceptable y te dejan sólo lo mal que tú quieres. Más o menos. Te recomiendo que te vayas a sitios de éstos que tienen cuatro o cinco peluquerías en la ciudad, a mí son las que mejor resultado me han dado. Y espero que no encuentres en tu ciudad el equivalente al sitio del post en el que me corté el pelo. Fue terrible. Por último, no llores, si alguien se mete con tu pelo diles que tienes personalidad, que si ellos no fueran una panda de nenazas, se atreverían a llevarlo igual que tú.
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