Crema anestésica

Post escrito en julio del año pasado y nunca publicado, del que me acuerdo ahora porque ha salido el sol y hace calor:


Antes podía fingir que estaba más buena de lo que estoy en realidad porque sólo escribía, pero ahora  que también tengo vídeos ya no hay engaño posible, así que permitidme que os cuente cómo mi basura de piel me ha llevado a saber de las bondades de una cosa conocida como "crema anestésica".

Entre los muchos y variados defectos que se pueden tener en la piel hay uno que se llama "fibroma". Un fibroma es una verruga muy pequeña que se ve poco pero dependiendo de dónde esté puede ser muy incómoda. Yo hasta hace unos días tenía unas cuantas.

Como lo de tener cosas que me molestan me parece una pérdida de energía, hace poco y aprovechando que he ido a España a pasar unos días pedí cita en una clínica de dermatología. La dermatóloga, llamémosla Cassandra, escucha mi problema del primer mundo con calma y me dice que saca el bisturí eléctrico y me deja nueva aquí y ahora.

Le digo que mañana tengo una boda, que igual mejor no.

A ver, entendedme, soy muy fan de ir a una consulta y salir por la puerta con el problema resuelto, pero ir a un evento con vestido, tacones y la piel del paciente cero de un brote infeccioso que va a diezmar la población de Europa, pues no sé. Eso me motiva menos.

Cassandra me dice que vale, que la semana que viene me hace hueco y que esto lo solucionamos en un momento. Me dice también que, ya que hay tiempo, me dé una crema anestésica para que no me duela mucho cuando me churrusque la piel. Que aplique el potingue una hora antes de la consulta, envuelva la zona afectada en film de ese transparente horrible que se queda pegado a todo y me presente en la sala de espera sudando como un pollo. Cuanto más sudor, mejor.

El glamour.

Pasa la boda, pasan los días acordados y llegamos a la hora previa a la consulta. Yo soy muy de seguir las instrucciones de los médicos a rajatabla y muy poco de que me corten con un bisturí sin anestesia, así que cojo la crema, el rollo de film trasparente, unas tijeras y me meto en el cuarto de baño dispuesta a dejar mi piel más insensible que ese profesor que te suspendió el último examen de la carrera con un 4.8.

No os lo vais a creer, pero envolverse en plástico es infinitamente más complejo de lo que podría  uno pensar en un principio.

Mis áreas afectadas son el cuello, la axila izquierda y la parte derecha del escote, casi llegando a la axila derecha.

Me miro al espejo.

A ver, esto no puede ser tan complicado. He conseguido entender cómo funcionan los trenes de Londres, no voy a conseguir envolverme para regalo. Por favor.

Me doy crema en la franja vertical derecha del escote que comento y corto un trozo considerable de plástico. Lo enrosco envolviendo la mencionada zona, básicamente rodeando el hombro derecho en vertical pasando por la axila.

No funciona. El trozo de piel que debería estar cubierto no lo está. O sea, lo estaba en un principio, pero en cuanto me muevo se fastidia el asunto. Descubriré que para la otra axila este modo sí que funciona, pero para este lado no. Cambiemos de técnica.

Desenrollo el barullo ése y ahora realizo la operación atravesando el escote, por un lado por debajo de la axila y por el otro por encima del hombro. Como uno de esos vestidos que tienen solo un tirante:


Como esa chica de la foto, pero con film transparente y más elegante.

Lo del cuello es fácil e incómodo a partes iguales. Me embadurno el lado derecho y me fabrico una bufanda transparente.

Ahora tengo que salir a la calle con esto.

Gracias al precedente sentado por Lady Gaga y a lo aceptablemente poco que me importa la opinión popular en temas de aspecto físico, la vertiente estética de esta situación no es precisamente una tragedia. El apartado logístico, sin embargo, es un poco más complejo: si levanto el brazo izquierdo se desmonta parte del disfraz. También si giro el cuello o muevo el brazo derecho más de un centímetro se va a pique la obra. Un movimiento en falso y mi rato de concentración frente al espejo no habrá servido de nada. Por esta razón y porque estaría bien no preocupar a todo el que me vea por la calle -tengo una pinta muy rara, en serio-, opto por ponerme un jersey de manga corta que es suficientemente amplio como para que pueda ponérmelo sin desmoronar todo esto y me cubre casi todas las áreas afectadas, lo que ayudará a que sude como un cerdo, que es lo que buscamos en este momento.

Enfundada en mis varias capas y ya muerta de calor, cojo las llaves y me arrojo a los brazos de los treintaytantos grados que amablemente me proporciona el verano salmantino.

Camino con calma y cruzo la calle solo cuando los semáforos están en verde y después de asegurarme de que no hay peligro ninguno, no tanto por ahorrarles a los paramédicos la confusión de tener que desenvolverme como si fuera un trozo de merluza congelada, sino porque solo de pensar que tengo que volver a hacer todo esto me entran sudores. Como si me hiciera falta sudar más.

Por fortuna, la clínica está muy cerca de mi casa, más que nada porque en Salamanca todo está cerca de todo, y tras solo diez minutos de sentirme horneada cual ensaimada casera, llego a la consulta.

Espero más de media hora sentada en la sala de espera, no sin antes decirle a la recepcionista que me estoy asando y después recibir miradas mitad de curiosidad y mitad de empática solidaridad del resto de pacientes.

Y poco más. Cassandra me atendió y en menos de diez minutos me dejó lisa como el mármol.

Lo que tenéis que aprender de todo esto es lo siguiente:

1) Las cremas anestésicas son increíblemente eficaces, pero tenéis que aplicarlas bien. Haced lo que os diga el médico. Yo en las áreas que habían estado bien cubiertas por el film ni me enteré de que la médica estaba ahí armando, y en las que no había aplicado la crema o no la había cubierto bien, vi las estrellas. También os digo, con esto en particular las áreas afectadas son tan pequeñas que el dolor tampoco supone un trauma espantoso, así que si es uno o dos fibromas de ésos y os los tienen que quitar sin anestesia, tampoco os va a dar algo. Pero si tenéis la crema, usadla, que es fabulosa.

2) Si algo relacionado con salud os molesta, hacéoslo mirar. A mí estas historias me llevaban molestando años, porque había un par en sitios conflictivos que me hacían daño con la ropa, y sobre todo tenía un lunar en la espalda que me agobiaba porque tal y como estaba situado no podía tenerlo controlado si cambiaba de aspecto. Fui hace años al médico, pero el colega era un inútil de tomo y lomo y me dijo que para qué iba a hacer nada al respecto, que mejor no. Ha sido hace un año o dos, cuando me han aparecido más fibromas de éstos que os digo, cuando he dicho que qué chorrada es ésta de estar incómoda y he ido a otro médico distinto, recomendado por gente que está contenta. Una mini intervención de diez minutos que si haces el lío de la crema bien es totalmente indoloro, y una preocupación menos. Id al médico.

Espero que vuestra piel os dé menos guerra que la mía. Sed felices.

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