Bonnie y el lavavajillas
Qué pocas cosas os conté sobre mi excompañera de piso Bonnie, ¿no? Qué mal. Arreglemoslo ahora mismo. Si no sabéis de quién estoy hablando, haríais bien en ir a leer el incidente de la alarma antiincendios , o si no os apetece leer podéis ver la pinta que tenía nuestro cubo de basura cuando ella vivía en la casa. No es que tuviera que soportar a este pintoresco personaje mucho tiempo porque, afortunadamente, para cuando yo me mudé a ella sólo le quedaban como un par de meses en el piso, pero os alegraréis de saber que uno de los múltiples superpoderes de mierda de Bonnie es que tiene la capacidad de amargarte la existencia incluso cuando ya no está presente en tu vida, lo que me permite estar aquí hoy, más de un año después de verla por última vez, contándoos la historia del lavavajillas. El relato que nos ocupa sucede en mayo del año pasado. Bonnie se ha mudado a otra casa hace ocho meses. Ocho meses, ¿vale? Dejad que la idea se asiente en vuestra mente. En ocho meses...