Me encanta San Valentín. Hay regalos, hay amor en el aire, hay flores y bombones por todas partes. La considero una fiesta indispensable y me alegro de que a alguien se le ocurriera inventarla. O, para ser más exactos, San Valentín me parece una idiotez, ¡pero! ¡hay dos por uno en el cine! No tienes ni que explicarle a la chica de los tickets que ese tío que acabas de conocer en la cola es, sin lugar a dudas, tu amor verdadero; te cobran una sola entrada, te dan dos, y a correr. Así que San Valentín me parece una maravilla de fiesta. Con esta excusa he ido a ver Los Descendientes (The Descendants, Alexander Payne, 2011), en parte para comprobar que, efectivamente, la interpretación de George Clooney no es para tanto y así confirmarme a mí misma que no entiendo su nominación al oscar; sea como fuere, el caso es que Los Descendientes comienza con un trágico accidente de lancha motora (no uséis esos trastos nunca, son peligrosísimos) que deja en coma a Elizabeth,...